Música/Espectáculo

El extraordinario mundo sonoro y visual de Mariana Bianchini regresa con «Curtihembra»

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Foto: Prensa.

Tras ganar en 2019 el Gardel al mejor álbum de rock alternativo por "Matrioska" y luego de un efímero regreso de Panza, Mariana Bianchini lanza "Curtihembra", su quinta producción como solista, en la que explora nuevas sonoridades a partir de la incorporación de arreglos de vientos, teclados y cuerdas, y en la que ironiza en torno al efecto del paso del tiempo y la convivencia con la modernidad.
"Vi que todas las canciones eran como un diario íntimo. Una temática que se repetía sobre lo irónico del paso del tiempo; el avance de la tecnología y la decadencia física pero en tiempos de filtros y de todo lo que tiene que ver con las redes, la presencia de lo estético y lo inmediato. Como en los audios de WhatsApp, yo siento que el mundo va a 2 y yo necesito ir en 1", explicó la cantautora a Télam respecto al hilo conductor de su flamante placa.
(FW)"Vi que todas las canciones eran como un diario íntimo. Una temática que se repetía sobre lo irónico del paso del tiempo; el avance de la tecnología y la decadencia física pero en tiempos de filtros y de todo lo que tiene que ver con las redes, la presencia de lo estético y lo inmediato. Como en los audios de WhatsApp, yo siento que el mundo va a 2 y yo necesito ir en 1"
"Cuando apareció ese concepto, apareció la palabra 'curtihembra', como un espacio donde la piel está recontracurtida. Cuando estuve segura de que ahí tenía tenía una voz propia nueva que no era la misma de 'Matrioska' y no era la misma de Panza, empecé a trabajar en la producción con la búsqueda de un sonido distinto", amplió.
Precisamente, la gran novedad en este nuevo trabajo de la artista que se dio a conocer como vocalista y enérgica frontwoman de Panza, el cuarteto comandado por el guitarrista Sergio Álvarez que planteó un estilo entre el rock y el punk con ribetes de avant-garde, radica en la irrupción de vientos, teclados y cuerdas con reminiscencias al soul, no en lo referente a las cadencias sino fundamentalmente a la propuesta sonora.

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Allí, a las guitarras de Sergio Álvarez, también encargado de la producción; la batería de su también compañero en Panza Lulo Isod y el bajo de Cam Beszkin, se sumaron los arreglos de vientos, cuerdas y teclados de Juan Pablo Compaired.
"Fue como buscar sonidos clásicos en canciones nuevas", sintetizó Bianchini, quien encontró la clave sobre el rumbo musical de su nuevo trabajo "escuchando discos de Talking Heads" junto a su hijo de 16 años.
"No quedamos con esos ambientes que crean esas baterías. Justo Lulo me dijo que él siempre quiso grabar un disco con muchos redoblantes, así que empezó a probar cosas y ahí se terminaron de armar las canciones y los ritmos estos que no son como en los discos anteriores. Después ya fuimos sobregrabando capas y cuando todo estaba listo, le pedí a Juan Pablo Compaired que me mande arreglos de vientos y de cuerdas. De golpe, ya teníamos un disco", detalló.
Consecuente con su historia artística, en el plano lírico, el disco ofrece una mirada ligada al empoderamiento femenino, pero sin caer en proclamas panfletarias, sino más bien bien apelando al humor y a la cotidianeidad.
En una entrevista con esta agencia, Mariana Bianchini brindó precisiones sobre "Curtihembra", que será presentada oficialmente el 17 de noviembre en el porteño Centro Cultural Richards, reflexionó en torno al camino artístico elegido y sentó postura en torno a los usos y costumbres actuales en la industria musical.

Mariana Bianchini – Tía EFE

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– ¿Cómo encaraste "Curtihembra" luego de los elogios y los premios cosechados con "Matrioska? ¿Fue una carga extra esa?
– Me gusto encontrarme en ese desafío de pensar que el disco que seguía, tenía que ser muchísimo mejor. Después me di cuenta de que no tenía que ser así, sino que tenía que ser lo que era. Una hace la música que la representa y a mí me representa esto en este momento. No sé si son las mejores canciones, pero es mi momento. Es como la foto de la boda; tal vez después te divorciás, pero la foto representa ese momento feliz. Después vendrá otra cosa, y otra. Así que ahí vamos con mucha ilusión, pero sin mucha expectativa.
– Da la impresión de que en "Matrioska" elegiste contar historias de distintas mujeres y en "Curtihembra" hay un enfoque desde la primera persona. ¿Es así?
– En realidad, "Matrioska" eran versiones de una misma. Cómo una es de una manera en determinados momentos, y en otros, de otra manera; y eso lo podía poner en voces de otras mujeres. Pero en definitiva, una siempre habla de una misma y para no aburrir busca la manera de exorcizarlo, de sacarlo para afuera y llevarlo a otros lugares; que no siempre sea "yo, yo y yo". Acá es más claro que son historias personales y en el anterior eran historias personales pero representadas por distintos tipos de mujeres, que terminan todas siendo una misma.
– Ahí también hay de manera soslayada una postura feminista sin caer en proclamas obvias.
– A mí me molestan las cosas cuando están muy subrayadas. Si voy a ver "Barbie" y me subrayan lo que ya entendí, ¡me están tomando por pelotuda! Las cosas hablan por sí mismas y una puede llevar una bandera, una causa, pero cuando se subraya me molesta. Eso me molesta en todo, no solo en los feminismos, sino en la corrección política, en lo que se puede y no se puede decir. Yo quiero decir lo que se me cante y resulta que no se puede porque hay gente que dice lo que está bien y lo que está mal. La falsa moral es lo que me jode, y más viniendo de gente joven. Nosotras peleamos para que eso cambie. Yo sufrí mucho el machismo en el rock, lo luché, lo hablé en terapia, y lo que hice estuvo acorde al momento. Ahora, tal vez sea una batalla que tengan que pelear otras chicas y cada una lo hará como pueda. Yo quiero disfrutar más de la música, sino siempre estaba teñida de enojo, o tenía que transformar mi persona porque sentía que tenía que ser más rockera que los rockeros. No voy a estar diciendo a las chicas cómo tienen que hacerlo porque si no estaríamos controlando y la idea es no controlar, sino que cada una viva su deseo y su elección. Algún día mermará la moda y las cosas pasarán por los hechos, que es lo más importante. La forma en que venga será bienvenida.
– En la formación que te acompaña como solista están Sergio Álvarez y Lulo Isod, es decir que hay tres cuartas partes de Panza. ¿Cuesta dividir cada proyecto o sentís que ya tenés una voz propia y no inciden los nombres que te acompañan?
– Al principio, mis discos solistas eran lo que no entraba en Panza, lo que se descartaba. Luego, cuando Panza dejó de ser el proyecto principal, me encontré con "Matrioska", que fue el capricho sin tener que andar justificando, el "esto es así porque quiero". Cuando Panza dejó de ser el lugar más visible de lo que hacía, decidí hacer lo que me gustaba, ponerme la ropa que se me cantara. No porque en Panza no lo pudiera hacer, sino porque había que negociar, porque éramos cuatro. Acá lo puedo hacer sin justificativo. Con "Matrioska" fui con todo: mis vestuarios, mis coreografías, todo lo que se supone que no hay que hacer siendo rockera. Como el resultado fue bueno, me di cuenta de que una puede hacer las cosas por una misma, sin pensar tanto en lo que hay que hacer para agradar. Eso me re sirvió. Siento que me dieron el ticket para seguir adelante. Después las cosas cambian. Hoy la gente escucha otra música pero yo siento que puedo seguir haciendo lo que hago y eso se lo debo a "Matrioska".
– En ese contexto es inevitable aceptar que lo que hacés es muy de nicho.
– Sí, pero siempre fui así. Nunca fui muy popular en el colegio. Me gustaba la música que no le gustaba a nadie, me vestía con las camisas que usaba David Bowie en "Laberinto", me identificaba con esas cosas. Entiendo que si eso era de chica, así debería seguir siendo de grande. Lo difícil fue seguir haciéndolo a pesar de sentirme un bicho raro, pero ahora ya está. Ya me curtí. Sigo en esa y siempre tuve suerte de que había un público que estaba. No es muchísima gente, pero por suerte siempre está ahí.

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