No te hagas rogar: cuando llegaron las Viuda e Hijas de Roque Enroll
Suena el teléfono en la casa de Claudia Sinesi.
Claudia seguramente estaba tocando el bajo en su cuarto cuando sonó el teléfono. O a lo mejor recién llegaba a su casa, de un ensayo del proyecto de banda que tenía junto a María Gabriela Epumer y Twitty Gonzalez; un proyecto que habían encarado luego de que Rouge dejara de tocar.
Suena el teléfono de la casa de Claudia Sinesi, y del otro lado, una voz se presenta: habla Mavi Díaz. No se conocían personalmente, pero Mavi sabía de ellas, de las Rouge, la única banda de mujeres todas instrumentistas, porque solían tocar en el pub de la esquina de su casa.
Las llamaba porque el productor Bernardo Bergeret estaba buscando a un grupo de mujeres que canten, toquen y compongan, para grabar un disco.
Eran ellas. Y serán ellas: las Viuda e hijas de Roque Enroll.
Es en 1984 cuando efectivamente ese disco saldrá a la calle, y veremos irrumpir en escena a Claudia Sinesi, Maria Gabriela Epumer, Mavi Díaz y Claudia Ruffinatti. En los inicios de la banda, que pueden situarse en sus primeros shows en el pub La Esquina del Sol, antes de la grabación del disco debut, Andrea Alvarez será también de la partida; pero enseguida un viaje a Nueva York obsequiado por su familia, la llevará a encontrarse con otro destino para su carrera, tal como veremos dentro de algunas páginas.
Los temas de las Viudas, así como sus estéticas corporales, revisitarán la música juvenil de los años 60, aquella contra la que había surgido el rock nacional.
En efecto, sus canciones abordadas con un enorme manejo del humor y la ironía, y con la inclusión de temáticas de género, interpelaba el discurso dominante de la cultura rock, su solemnidad.
La reivindicación de la música de la Nueva Ola de los años 60 podía verse no solo en su repertorio: canciones propias muy bailables, a base de twist; y reversiones de clásicos de aquella época, con sus letras modificadas y resignificadas; también podía notarse en sus estéticas corporales.
Sus vestimentas expresan un concepto: no usaban la ropa que imponían las vidrieras, y tampoco el estilo anti-moda hippie; vestían prendas de décadas anteriores muy coloridas, compradas en anticuarios, ferias americanas, o elegidas del ropero de la madre de Mavi. “Teníamos a doña Esperanza, una modista que nos hacía ropa deshaciendo los trajes de mi mamá. También trabajábamos con materiales que nunca se habían usado para un vestuario: goma EVA o mangueras. Nuestra vestuarista Viviana era la quinta viuda, hacía obras de arte. Era la primera que escuchaba los temas para inspirarse para diseñar y podía llegar a hacer una falda con hule”, recuerda Mavi Díaz.
Las Viudas fueron parte de lo que se llamó “la música divertida”, una de las tantas expresiones que formaron parte de la trama cultural, política y social abierta por los procesos de recomposición democrática durante la post-dictadura de los años 80, pero con una etiqueta que quizás parece decir menos de lo que realmente significa.
El despliegue de “la estrategia de la alegría” fue una respuesta ante la depresión, el desánimo y el miedo que habían generado la represión dictatorial. Un empoderamiento frente al dolor. Una reacción vital. Las Viudas eran una expresión de la alegría, visual y musical, y esa alegría interpelaba a un sector del rock.
Como decíamos, grabaron su primer LP en 1984, con título homónimo, y dos de las canciones de ese álbum se convierten en hitazos, y en clásicos de la historia del rock: “Tocando fondo” (cuya letra, escrita por Mavi Díaz, repite a coro eso que figuraba todos los días en los diarios de la época, y seguirá figurando por décadas: Fondo Monetario Internacional); y “Bikini a lunares amarillo”, un cover de los años 60, con su letra modificada: la canción hace alusión a una cuestión totalmente ajena a las letras de rock (y de toda la música popular): la depilación.
Es a través de esta cuestión que las Viudas construyen una crítica al modelo de mujer que proyectaban los medios de comunicación.
"Bikini a lunares amarillo"
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Al año siguiente, su álbum “Ciudad Catrúnica” rompe todos los récords de ventas: en la fecha de su lanzamiento, en un solo día, vende 120 mil copias.
La mayoría de sus temas atañen a la cuestión de género: allí está “Lollipop”, un cover de la canción que habían popularizado, en 1958, las The Chordettes, y que en nuestro país, al año siguiente, había sido grabada por el grupo argentino Los Hi-fi´s. Traducida al español, las voces femeninas de este grupo de fines de los 50, cantaban:
"Quiéreme un poquito más, Lollipop
No ves que sufre ya mi corazón
Y tus caprichos quiero perdonar,
Y quererte más y más (…)"
En la versión de las Viudas, ellas cuentan otra cosa, claro:
"Oh! Lollipop,
Mi bien mi tesoro,
Te ruego, te imploro
Que te bajes el pantalón."
"Lollipop"
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El deseo sexual femenino, en tanto temática, y el uso de la ironía y el humor para subvertir los roles de género, también están presente en muchas otras canciones de las Viudas; por ejemplo, en aquella titulada “Tras la medianera”:
"Vení Rogelio, vení mi vida,
vení, apurate que se enfría la comida.
Vení Rogelio, vení mi amado,
vení, apúrate, revolveme el estofado".
"Tras la medianera"
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En “Lista de casamiento”, tal como señala Ana Sanchez Trolliet, “satirizaban las relaciones de pareja, el matrimonio, el consumo asociado a la vida familiar y las expectativas de ascenso social entre las clases medias” :
"Arroz con leche me voy a casar,
y me vuelvo loca con todo lo que hay que comprar.
Hice una lista en un lugar muy chic,
sospecho que nadie va a regalar nada de allí."
"Lista de casamiento"
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Mientras que en “La silicona no perdona” hacían una sátira sobre el boom de las cirugías estéticas que comenzaba a desatarse en aquellos años:
"Por fin llegó ese día tan soñado,
La Lola entró al quirófano feliz,
La Lola se comió una silicona,
Que en dos minutos la hizo revivir. (…)
Durante aquella noche tan movida,
La Lola festejó con mucho alcohol.
Fue a dar contra un colmillo muy filoso,
Su silicona se le desinfló. (qué horror!)"
"La silicona no perdona"
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En 1986 las Viudas sacan su tercer LP, “Vale cuatro”. El titulo retruca a cierto sector de la prensa que fue siempre muy crítico con la banda. Esos comentarios tenían un sesgo de género: como recuerda Mavi Díaz, “en aquella época, o te maquillabas, o cantabas; o estabas buena, o tocabas bien; no podías ser las dos cosas”.
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La musicóloga feminista Lucy Green pone en estos términos esos prejuicios sobre la mujer música: “cuanto más abierta y afirmativa sea su exhibición corporal, más señalará la falta de compromiso con los significados intrínsecos de la música, menos probable será que la consideren como una intérprete capacitada y menos en serio de tomará su trabajo. Hay una conjunción de exhibición sexual y pérdida del valor musical. Las mujeres que interpretan música popular, tanto cantantes como instrumentistas, tienen mucho que superar antes que la plataforma sobre la que actúan se nivele con las de sus colegas varones”.
También algunas críticas que recaían sobre ellas apuntaban a que eran “un producto” que había inventado la industria.
La canción “Somos un invento”, de ese disco, ironizaba puntualmente sobre ellas:
"…Listas para inflar, se pueden comprar,
canta, bailan, no piensan.
Saben contestar sin profundizar,
tocan, hablan, no piensan…
…cantaban las Viudas, burlándose de todo, mientras una generación de chicas y chicos las amaba.
…Nos disfrazaron con harapos,
nos despeinaron un mechón,
y nos subieron a un cuadrado
con muchas luces y un telón…"
Y siguen cantando con ironía, para que no queden dudas: ellas se inventaron a sí mismas. E inventaron un tipo de alegría. E inventaron un público, cuya novedad era que incluía a niñas y niños, además de adolescentes, y sus madres y padres. Tal como se señalaba en la Revista Pelo: “Ellas abren la posibilidad de un espectro totalmente nuevo de oyentes y participantes. De un sector que generalmente parecía decidirse por otras corrientes” . Inventaron sus canciones, inventaron una forma de estar en el escenario, una estética, y una masividad generada por músicas mujeres.
"Somos un invento"
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En este disco también vamos a encontrarnos con “La familia argentina”, una canción escrita por Claudita Sinesi, hoy un clásico del rock nacional, que tiene una enorme relevancia como testimonio de época: los tiempos en que la sociedad debatía sobre el divorcio.
En el año 1986, cuando era inminente la sanción de la ley que iba a permitir el divorcio vincular (presentada en el Congreso por el Gobierno de Raúl Alfonsín), un conjunto de asociaciones nucleadas por la Iglesia Católica argentina, tuvo a cargo la organización de la campaña antidivorcista.
Marchas, publicidades, giras y encuentros por todo el país, congresos, virulentas manifestaciones en contra de la sanción de esta ley, eran convocadas por medio de solicitadas en diarios y revistas, por este conjunto de asociaciones cuyo nombre figuraba al pie del manifiesto en letras enormes: “La Familia Argentina”.
La canción de las Viudas, a través de su letra, y de una interpretación magistral en el manejo de la ironía, satirizaba escenas cotidianas familiares, poniendo de relevancia la incomunicación, y la hipocresía en la defensa de la institución familiar. Entre escena y escena, el estribillo retoma aquellos conceptos que repetían, en los programas televisivos y radiales o donde fuera que surgiera el debate, quienes se oponían a la ley:
"…Pero igual hay algo primordial,
que es defender y amar
nuestra familia argentina.
Preservar la fe y la moral,
rezar y promover
parejas bien constituidas…"
"La familia argentina"
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Divorcio, deseo sexual femenino, críticas a los mandatos de género, transexualidad, coyuntura política… De esto hablaban las Viudas en aquellos tempranos años 80.
El viernes 4 de abril de 1986, a las 21 hs, hacen su primer Luna Park, y también es el primer Luna Park en la historia del rock argentino, hecho por una banda conformada por mujeres. Pasarán cerca de 25 años para que algo así vuelva a ocurrir.
En el programa que se entregaba al ingresar, podía leerse una sintetizada autobiografía que cada una de ellas había escrito para presentarse.
Decía Mavi Díaz: “Hice contacto con la Tierra el 10 de mayo de 1961, en Bruselas, bajo el signo de Tauro y en el año del Búfalo. Caí en un hogar lleno de locos, músicos, trapecistas de circo, actrices, contrabandistas, cantantes, chacareros, bailarines, y sacerdotes de la iglesia ortodoxa. (…)
A los 8 años decidí concursar en 'Si lo sabe cante', canté 'Balada para un loco' y gané 20.000 pesos y un canario, Galán me flechó para toda la vida.
A los 9 años debuté en una peña infantil, cantaba folklore y algunas baladitas que componía.
A los 15 tocaba solita, pero con mucha timidez.
Un día mi viejo me hizo conocer el pánico. Me pidió que lo acompañara en una gira por Brasil tocando la guitarra y cantando. Me resistí, pero fui. Aprendí bastante.
En el 76 me fui a los States y se me voló la cabeza. El primer grupo fue Paradise. Tocábamos temas de Quincy Jones, Vanelli y otros pibitos. Teníamos mucho laburo hasta que cantar en inglés fue una herejía a la patria. En el 82 ya estaba entregada. Teatro con “La comedia del arte”, alguna coreografía en un teatrito de Corrientes, y el primer grupo importante “Globo”.
En el 83 me casé y ese mismo año la idea de las Viudas era casi un hecho…
En otra columna del folleto, también Claudia Rufinatti repasaba su historia: “Vine a este mundo el 14 de marzo de 1960. Cuando Piscis reinaba y Acuario pasaba a las 22.50 hs de una noche de verano. Podría decir que mi cuna fue un piano ya que en casa había uno, por supuesto que me divertía más jugar con el piano que con muñecas. Es así como a los 6 años comencé a estudiar con un profesor que vivía cerca de casa y rendía exámenes anuales en el conservatorio Santa Cecilia (¡qué desgracia!).
Con afán de perfeccionamiento musical, a los 11 años ingresé al Conservatorio Municipal Manuel de Falla, donde cursé el profesorado de Cultura Musical, con especialización en piano.
Durante mi adolescencia quería ser musicóloga hasta que me di cuenta que el museo no era para mí. En los ratos libres, entre clase y clase, con algunos compañeros nos encerrábamos en algún aula para zapar un poquito. Es así como casi nos expulsan por tocar música “inculta”. La verdad es que me divertía más tocar rock que Beethoven”….
María Gabriela Epumer comenzaba su relato de este modo: "Llegué a este increíble planeta el 1 de agosto de 1963. A los 5 años mi influencia musical más importante era Sandro, del cual interpretaba “Rosa Rosa, generalmente debajo de la mesa o en el baño. Más tarde, “Sótano Beat” y Joan Manuel Serrat pasaron a ocupar el lugar de preferencia, junto a un amor de toda la vida, Manuel Belgrano.
Cuando tenía nueve años comencé a tocar la guitarra copiando a mi hermano (Lito Epumer) que por esos tiempos tocaba en “Madre atómica”, juntos escuchábamos a Emerson, Lake and Palmer, Yes, Color Humano, etc. “
Luego seguirá contando que a los 14 años conoció a Claudita Sinesi, quien, en su columna autobiográfica de aquel folleto que se entregaba al ingreso del show en el Luna Park, repasaba las bandas que había integrado, desde niña: a los 8 años, “Los del Suquito”, un grupo folclórico que formó junto a su hermano, Quique Sinesi; un tiempo después le cambiaron el nombre por “The Grass Hopers”, pues habían comenzado a hacer canciones beat y en inglés. Luego conocerá a Carlos (Mono) Fontana, quien le enseña a tocar el bajo, y con quien forma su primer grupo “que ya no era un juego”. Vendrían después sus bandas “Chau Mendi!”, “Rouge”, y ahora sí, “Viuda e hijas de Roque Enroll”.
“Todo fue muy rápido, concluye sobre ellas Claudita Sinesi, y muy fuerte. Y hoy (a Dios gracias) podemos compartir nuestra música con ustedes.”
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“Ustedes” éramos nosotras. Una buena parte de una generación de chicas, que encontramos en las Viudas letras que nos incluían, una libertad que nos representaba, un estímulo para pensarnos como protagonistas de la esfera pública.
Dicho sea de paso: en muchas ocasiones, no sólo las artistas mujeres han sido invisibilizadas en la historiografía, también la recepción femenina lo ha sido. Aquellas artistas que para el público femenino tuvieron una enorme significancia son, a veces, abordadas al pasar en las historias del rock, pues no son quienes calaron hondo en la recepción masculina. De modo que es también nuestra escucha, la escucha de las mujeres, la que quizás no ha sido tenida lo suficientemente en cuenta para determinar la relevancia de tal o cual artista en la historia.
Jesús Martín Barbero, teórico de la comunicación, habla del “escalofrío epistemológico” que tuvo cuando dejó de mirar la pantalla del cine donde se proyectaba la película que tenía que analizar, y empezó a mirar a las personas que veían la película.
Atendiendo a la recepción femenina, o mejor dicho, incluyendo la recepción del público femenino en la forma de pensar la historia del rock, probablemente podríamos concluir, con “escalofrío epistemológico” que la irrupción de Viuda e hijas de Roque Enroll en la escena del rock argentino marcó un hito.
Rock en la Feria
Adelanto del libro “Al Taco. Historia del rock argentino hecho por mujeres (1954-1999)", de Carolina Santos, Gabriela Cei, y Silvia Arcidiacono (Editorial Gourmet Musical) que se presenta en la Feria del Libro el viernes 12 de mayo a las 20 horas.