Inversiones de riesgo, fraudes y millonarios: el cine se fascina por las finanzas
Fue una de las sensaciones del Festival de Sundance de este año y, pocas horas después de su estreno mundial, los ejecutivos de Netflix firmaron un cheque por 20 millones de dólares para quedarse con los derechos. Se trata de “Juego limpio” (“Fair Play”) y el servicio de streaming acaba de sumarla a la oferta de su plataforma.
Esta ópera prima de la guionista y realizadora Chloe Domont, que venía de dirigir varios cortometrajes y episodios de múltiples series (“El tirador”, “Suits”, “Ballers”, “Star Trek: Discovery”, “Billions”), propone una mixtura entre el thriller erótico y el drama financiero para la era post #MeToo (el eje tiene que ver con el empoderamiento femenino en un contexto machista), pero que encuentra múltiples referencias y conexiones con diversos clásicos del género de películas sobre fondos de inversiones de riesgo y despiadadas luchas de poder.
Juego Limpio
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Emily (notable actuación de la británica Phoebe Dynevor) y Luke (Alden Ehrenreich, visto en “¡Salve, César!!, de los hermanos Coen; y protagonista de “Han Solo. Una historia de Star Wars”) son una pareja en apariencia perfecta, de esas que todos admiran, y han sellado un compromiso con vistas a una inminente boda. El problema es que ambos trabajan en una corporación financiera cuyo rígido reglamento interno impide las relaciones entre empleados por lo que deben mantener su romance en secreto porque sus jefes y compañeros de oficina están atentos a cada movimiento, cada frase, cada gesto.
Cuando uno de los cargos jerárquicos queda vacante, Luke suena como el candidato ideal para ocuparlo, pero en una sorpresiva decisión el jefe Campbell (Eddie Marsan) opta por Emily (se lo comunica en la barra de un bar a las dos de la madrugada). En principio, él parece tomárselo bien y ella trata de consolarlo y ayudarlo, pero poco a poco la decepción, frustración e irritación se hacen ostensibles, sobre todo cuando ella empieza a hacer uso (¿y abuso?) de su flamante poder.
Y parte de la fascinación que provocó “Juego limpio” entre los programadores de Sundance, la prensa especializada, el público y los propios responsables de Netflix tiene que ver con la seducción que desde siempre genera la “timba” con inmensas ganancias y pérdidas que se generan en cuestión de segundos a partir de un dato que nadie tenía, la irrupción de nuevos millonarios, los fraudes a gran escala con atractivos esquemas que no son lo que parecen, las corridas a pura psicosis colectiva que se llevan puestas a entidades bancarias y todo lo que rodea al contradictorio (lujoso y patético a la vez) universo de las altas finanzas en medio del capitalismo más salvaje.
Un rápido repaso por las últimas cuatro décadas de cine nos permite encontrar unos cuantos títulos valiosos, provocadores, admonitorios e inquietantes. Ejemplos de un auténtico subgénero con personajes, reglas y escenografías propias que se potenció de forma exponencial luego de que la crisis financiera de 2008 y 2009 pusiera nuevamente en tela de juicio en la arena pública los excesos, abusos y miserias del sector financiero que en muchos casos apeló a modalidades dominadas por la codicia y que tuvieron a millones de personas que ni siquiera sabían en lo que estaban metidas como víctimas principales.
Wall Street
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Ese recorrido no debería obviar, claro, a “Wall Street” (1987), película de Oliver Stone con Michael Douglas como el “tiburón” Gordon Gekko, Charlie Sheen y Daryl Hannah (disponible, al igual que su olvidable secuela de 2010, en la plataforma de Star+); “El nuevo sueño americano” / “Boiler Room” (2000), con Giovanni Ribisi y Vin Diesel (en Google Play); “El precio de la codicia” / “Margin Call” (2011), film de J.C. Chandor con Kevin Spacey, Paul Bettany y Jeremy Irons inspirado en la caída de Goldman Sachs; “El lobo de Wall Street” (2013), de Martin Scorsese, con Leonardo DiCaprio (en un personaje basado en el inversor real Jordan Belfort), Jonah Hill, Margot Robbie y Matthew McConaughey (está en Amazon Prime Video y en HBO Max); y “La gran apuesta” / “The Big Short” (2015), drama sobre la burbuja inmobiliaria en el que Adam McKay dirigió a un imponente elenco encabezado por Brad Pitt, Christian Bale, Ryan Gosling y Steve Carell (se puede ver en Netflix, Amazon Prime Video y HBO Max).
Y hay más, muchas más (“De mendigo a millonario” / “Trading Places”, de John Landis, con Dan Aykroyd y Eddie Murphy en la cima de su popularidad a principios de la década de 1980; “The Bank”, con Anthony LaPaglia; “Too Big to Fail ”, multipremiado telefilm de Curtis Hanson con William Hurt como el secretario del Tesoro Henry Paulson durante la crisis de 2008; “El maestro del dinero” / “Money Monster”, thriller de Jodie Foster con George Clooney y Julia Roberts; “The Wizard of Lies”, con Robert De Niro y Michelle Pfeiffer, sobre Bernad Madoff y su esquema Ponzi); así como documentales que mezclan lo morboso con la denuncia
bienintencionada (“Inside Job”, “The Inventor: Out For Blood in Silicon Valley”, “Enron: The Smartest Guys in the Room”). Porque si hay algo que nunca deja de estar de moda son las miradas más impiadosas y cuestionadoras sobre los abusos de los millonarios en muchos casos con la vista gorda o incluso la connivencia de otros sectores del poder.